ROBIROTE OPINIÓN
Cuando vengas por mí por Gonzalo Himiob Santomé
Llevamos años en esto, así que no estamos para mentirnos ni para juegos. Tú lo sabes y yo lo sé, en Venezuela la pregunta ya no es si vendrán por ti o no, la cuestión hoy por hoy es cuándo vendrán. La persecución y los ataques desde el poder, contra todos, han dejado de ser una posibilidad, ahora son certeza. Ustedes se han vuelto adictos al miedo y al abuso como modos de subsistencia. No conocen otra ley que la del garrote, la de la imposición, la del silencio. En esto ustedes no discriminan, ninguna barbarie lo hace, y llevan muchos lustros avasallando con su poder y su peso a todo lo que les huela a oposición, a todo lo que les incomode, a cualquiera que les agüe lo que ustedes creen que es una fiesta y hasta a los que, desde sus propias filas, incluso siendo leales a la mentira que les siguen vendiendo, decidieron en algún momento salirles “respondones”. A ellos también les han hecho probar sus desplantes, sus arbitrariedades, sus violencias. Sobre todo ahora, cuando la realidad de sus fracasos continuos nos está ahogando a todos, y cada vez son menos las personas que les creen sus peroratas sobre sus buenas intenciones.
Además, como la verdad es terca, ninguna de las mentiras oficiales que has montado en los últimos dieciséis años ha podido tapar el sol con un dedo. Para ti todos somos, real o potencialmente, tus enemigos. Acá ya no hay “pueblo”. Según te convenga, los que acá vivimos somos “instrumentos” y “herramientas”, o “traidores” y “criminales”. No tienes medias tintas. Eres incapaz de aceptar tus fallas y de rectificar el rumbo, y te niegas a admitir los matices a los que tu desidia, tu incapacidad, tu violencia o tu ceguera nos han forzado a todos. Olvidas que si en este país hay “monstruos” -como llamas con saña y cobardía al de “Ramo Verde”- ello es porque tú les has puesto la etiqueta. Los fantasmas “desestabilizadores” que te agobian por las noches te los has inventado tú y en ellos te proyectas. Son tu ficción personal.
Te confieso que tras catorce años de trabajar en el tema de los DDHH, poniéndote siempre en evidencia y dejándote, modestias aparte, casi siempre sin argumentos más allá de la simple negación o de la indiferencia absoluta, pensaba que tus previos gruñidos contra nosotros, los que a esto nos dedicamos, no eran más que bravatas dirigidas a tratar de pararnos un poco el trote cuando así te convenía. Te ponías particularmente agresivo y violento cuando la coyuntura te forzaba a buscar el favor de otros gobiernos que sí entienden de límites y no hacen con sus ciudadanos lo que les place. Por supuesto, nunca te preocupaste por los DDHH, ni por tus malos desempeños en esta materia, cuando negociabas con China, con Rusia o con Irán, porque ellos te acompañan, lo sabes, en la felonía. Tampoco te preocupaba mucho el tema con los EEUU, pues tú y yo sabemos que en este tema también tienen su “rabo de paja” y, hasta hace nada, nos veían más como una fuente relativamente segura de petróleo que como otra cosa. Pero cuando otros países civilizados te llamaban la atención sobre el estado de tus cárceles, sobre la manera en la que tratas a los medios de comunicación, o sobre la forma en la manejas a la disidencia y a la oposición, se te crispaban los puños. Esos eran, para nosotros, los momentos más difíciles.
Pero ahora, de la noche a la mañana, todo ha cambiado.
Me llama la atención, porque por mi parte puedo decirte que no estoy haciendo nada distinto de lo que he hecho desde aquel infausto 2002, cuando vi que para mantenerte en el poder eras capaz de cualquier cosa. Ese año confirmé que no quería para nuestros hijos las armas, el odio ni la violencia como formas reivindicativas de ningún, léase bien, de ningún ideal. Todo lo que he hecho desde entonces ha sido pacífico, público, sin cartas bajo la manga y siempre apoyado en la Constitución, la ley y en los Tratados Internacionales sobre DDHH. A veces, lo sabes, hasta me has llamado a dialogar contigo, y yo he acudido de buena fe, aunque fuera a decirte lo que nunca has querido escuchar.
¿Qué ha pasado? ¿Qué es lo que te ha hecho pasar de la peladera eventual de tus colmillos y de una que otra amenaza, a la persecución frontal disfrazada de causa legal? Nunca te preocupó el tema de los DDHH, ni siquiera has montado el paro concediendo justicia plena a las víctimas del “caracazo”, que es una de tus banderas ¿Qué es diferente ahora?
La respuesta es muy simple: Hasta hace poco el tema de los DDHH no te importaba porque no era, como lo es ahora, algo que te pudiera tocar la billetera. Nos veías a todos los activistas como una molestia, como un incordio, pero nada más, porque a nuestras denuncias y logros te bastaba con ignorarlos y punto. Pero ahora, si se demuestra que te has dedicado a violar los DDHH no solo te quitan la visa al “imperio”, del que tanto reniegas pero tanto te gusta, sino que además te congelan las cuentas en verdes que puedas tener y hasta te pueden quitar los bienes que tengas por allá. Sabes además que aunque por ahora ésta es solo una iniciativa de EEUU, pronto otros países, a los que hasta ahora habías llamado “hermanos”, van a seguir el mismo camino por la sencilla razón de que no les interesa meterse en problemas con un socio comercial que, con todo y sus fallas, no es “mala paga” y es mucho menos problemático que tú. Eso es lo que ha cambiado.
No nos caigamos a cobas, es por eso que ahora vienes por mí. Lo que te duele es el billete y tú mismo te delatas. Pero no te preocupes, cuando vengas por mí no voy a salir corriendo. No voy a huir. No he vivido tanto durante tantos años como para darte el gusto del “peligro de fuga” para que “me pongas los ganchos” o me neutralices tan fácilmente. No es ese el ejemplo que por lo menos yo, a título personal, quiero legarle a mi hija. Mi abuelo estuvo preso en las cárceles de Gómez, así que si a mí me toca caer en las tuyas, siendo también inocente de cualquier cargo falso que me endilgues, pues que así sea. Te esperaré como espero a la muerte, no porque seas igual de inexorable, sino porque como no tengo nada que ocultar, tampoco te tengo miedo. Seguiré viviendo en el mismo sitio, correré la misma ruta todas las mañanas, y seguiré haciendo, con la frente en alto, lo mismo que he hecho siempre. Igual, si yo no estoy, muchos otros seguirán mis pasos, que no te quepa duda de ello. No existe prisión en la puedas meternos a todos.
Te pediría que juegues limpio pero sé que contigo es imposible. La trampa es tu norma. Lo he vivido en cientos de causas. Haz conmigo lo que quieras, te he visto hacer el mal a muchos durante muchos años solo porque se oponen a ti, porque te incomodan o porque ya no te sirven.
Eso sí, respeta a mi hija, a mi mujer, a mi familia y a mis allegados. Tómalo como quieras, no soy violento y jamás lo seré, pero lo que un hombre está dispuesto a hacer por su país no es, ni de lejos, lo que un padre está dispuesto a hacer por su hija y por sus seres amados. No te equivoques.
@HimiobSantome
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